La limpieza facial es una rutina indispensable para mantener la higiene de la piel del rostro, la suciedad, la contaminación ambiental, el maquillaje e incluso el estrés son algunos de los factores que hacen que la piel acumule suciedad y pierda vitalidad, frescura y luminosidad.
La frecuencia de la limpieza facial profesional depende del tipo de piel. El mínimo es una vez al año. Sin embargo, es recomendable que las personas con una piel normal se sometan a una limpieza de cutis profesional cada tres o cuatro meses. Las pieles maduras o muy secas pueden requerir una cada seis u ocho semanas.
Una sesión de limpieza facial puede tener una duración superior a los 60 minutos. Lo normal es que no exceda de la hora y media, aunque todo depende del tratamiento específico a realizar.
Procedimiento en la limpieza facial
Antes de realizar una limpieza facial, el profesional evaluará el tipo de piel para ajustar el tratamiento necesario. Cada tipo de piel, bien sea seca, grasa o mixta, tiene unas características concretas y, por lo tanto, unas necesidades diferentes.
Una vez identificado el tipo de piel, el profesional comenzará con la limpieza facial propiamente dicha. La limpieza de cutis incluye una primera limpieza para retirar la suciedad más superficial y una exfoliación para desincrustar las impurezas más profundas. Además, el profesional utilizará algún método para abrir los poros y retirar los puntos negros sin dañar la piel (por ejemplo, con vapor de ozono).
Una vez abiertos los poros y eliminada la suciedad profunda es necesario cerrar los poros y cauterizarlos para descongestionar la piel y bajar la inflamación producida por el proceso. A este paso suele seguir un masaje sobre rostro y cuello para relajar la piel y devolverle tersura.
Por último es necesario nutrir bien la piel. Para ello el profesional aplicará una mascarilla adecuada al tipo de piel.